Con un sólo golpe, el aliento se ausenta. Se almacena en lo profundo del pecho y no deja a los pulmones proceder.
En un instante todo se torna obscuro, la vista es despojada de la luz, la mente de calma y el resto de sentido.
En ese mismo momento, donde todo pierde sentido; el mundo se ve reducido a un pequeño espacio, un cuarto, una recámara, una habitación. Sólo un cubo de concreto o de madera. Incluso el mismo horizonte se vuelve una prisión.
Se abren con angustia los ojos, las manos se dirigen al pecho. No hay mucho por hacer. La desesperación empieza a navegar por la totalidad de los canales sanguíneos. Todo se siente perdido.
El sabor del último aliento hace eco en lo que queda de conciencia, en el remanente que intenta desesperadamente hallar una pronta solución a un problema con raíces increíblemente sutiles, minúsculas. Se manifiesta un estruendoso árbol nacido de una simiente ridículamente pequeña, insignificante, vanal.
Ahí, se cree todo perdido. Todo terminado. El miedo de una muerte ridícula ronda por las ideas, se codea con los anhelos de lo no realizado. Otro aliento huele a ilusión perdida, a deseo asesinado por la inclemente situación.
Acostumbrado a que el cuerpo acostumbrase de vez en cuando un escape suicida al terrible tormento de la vida a la que le he sometido, logré encontrar el backdoor de la peor de las muertes.
Serenidad, tranquilidad, paz. No hace falta nada más. Cuando la calma inunda el sistema en agonía, se acepta la muerte como un paso más en una larga caminata, se acepta el destino que todo el que nace enfrenta y todo el que muere soporta.
La peor de las muertes siempre será la asfixia. Recuerdo palabras de mi tía cuando decía: "Señor, por asfixia no por favor!!!". He sentido en carne propia la negación de la inhalación, la inexistencia de una oportunidad de volver a respirar, la falta de esperanza invadiendo el cuerpo. El dolor en el pecho al no poder continuar.
Así es ahogarse, así lo siento. Hace días que no patino sobre un hilo por una gota de saliva que decidió tomar un atajo errado. Hace días que me mantengo alejado de la necesidad de aceptar una muerte horrible para poder permanecer en vida. Hace días que no tengo que aceptar un tormento para seguir gozando la vida.
Eso es lo peor de ahogarse, con una gota de saliva...
En un instante todo se torna obscuro, la vista es despojada de la luz, la mente de calma y el resto de sentido.
En ese mismo momento, donde todo pierde sentido; el mundo se ve reducido a un pequeño espacio, un cuarto, una recámara, una habitación. Sólo un cubo de concreto o de madera. Incluso el mismo horizonte se vuelve una prisión.
Se abren con angustia los ojos, las manos se dirigen al pecho. No hay mucho por hacer. La desesperación empieza a navegar por la totalidad de los canales sanguíneos. Todo se siente perdido.
El sabor del último aliento hace eco en lo que queda de conciencia, en el remanente que intenta desesperadamente hallar una pronta solución a un problema con raíces increíblemente sutiles, minúsculas. Se manifiesta un estruendoso árbol nacido de una simiente ridículamente pequeña, insignificante, vanal.
Ahí, se cree todo perdido. Todo terminado. El miedo de una muerte ridícula ronda por las ideas, se codea con los anhelos de lo no realizado. Otro aliento huele a ilusión perdida, a deseo asesinado por la inclemente situación.
Acostumbrado a que el cuerpo acostumbrase de vez en cuando un escape suicida al terrible tormento de la vida a la que le he sometido, logré encontrar el backdoor de la peor de las muertes.
Serenidad, tranquilidad, paz. No hace falta nada más. Cuando la calma inunda el sistema en agonía, se acepta la muerte como un paso más en una larga caminata, se acepta el destino que todo el que nace enfrenta y todo el que muere soporta.
La peor de las muertes siempre será la asfixia. Recuerdo palabras de mi tía cuando decía: "Señor, por asfixia no por favor!!!". He sentido en carne propia la negación de la inhalación, la inexistencia de una oportunidad de volver a respirar, la falta de esperanza invadiendo el cuerpo. El dolor en el pecho al no poder continuar.
Así es ahogarse, así lo siento. Hace días que no patino sobre un hilo por una gota de saliva que decidió tomar un atajo errado. Hace días que me mantengo alejado de la necesidad de aceptar una muerte horrible para poder permanecer en vida. Hace días que no tengo que aceptar un tormento para seguir gozando la vida.
Eso es lo peor de ahogarse, con una gota de saliva...
***FIN DEL COMUNICADO***