Porque algún día todos hemos sido adictos a una u otra cosa. En mi juventud, allá por los años en los que creía que la gente era buena, en mi habitáculo se gestaba una de las adicciones que más trabajo me costó dejar. Es más, no dejé la adicción, ésta me dejó a mí.
Recuerdo los días enteros que pasé frente a la televisión disparando a simulantes, porque nadie quería jugar conmigo (forever alone). Y no es que no tuviera amigos, o que mi primo me detestara así porque sí, sino que a mi parecer era uno de los mejores pistoleros que hayan visto mis contrincantes. Así es, damas y caballeros, era adicto al Perfect Dark 64.
Dejando de lado mi ferviente adicción a la violencia virtual, ahora que vengo saliendo de remover la mugre de mi capa dérmica exterior, me avocaré a disertar sobre una de las que, a mi gusto, es una de las peores adicciones "legales".
Hace casi una semana, tuve la oportunidad de asistir a un evento social de índole incierta en la que se presenció el choque de distintos mundos, en dicha reunión, tuve la amargura de conocer a una persona que padece uno de los síndromes que más aborrezco, cuando se presenta en todo su esplendor. La adicción a la atención.
Según mis deducciones, los adictos a la atención presentan las siguientes características:
1.- Poseen una voz fuerte.
2.- No prestan atención.
3.- Inmediatamente viran el tema de conversación a algo relacionado con ellos.
4.- Generalmente disfrutan al mantener conversaciones monológicas con una gran cantidad de gente a la vez. (Tipo conferencia).
5.- Caen en la mentira o la exageración propia.
6.- Ningunean las historias con frases como "eso no es nada".
7.- Interrumpen pláticas ajenas.
El punto es, dada mi configuración actual, me es imposible permanecer en paz en la presencia de algunas de estas criaturas mitológicas. De hecho creo que ninguno de mis compinches de la rotonda se sentiría cómodo a un radio de 3m de una de estas personas.
Aplicando un poco la función tan(post), para irme por la tangente), creo que puedo rescatar un ejemplo bastante útil.
Hace unos años, un enclenque conocido mío, tuvo el infortunio de sufrir el fin de una relación de mucho tiempo. Como dice el dicho, un clavo saca otro clavo, sin embargo la realidad lo obligó a permanecer sin clavos (ni clavar) durante un tiempo, lo que le sirvió como etapa de desintoxicación. Esta supuesta desintoxicación sirvió para que se eliminara la necesidad de llenar el lugar que deja una persona con cualquier otra. Es decir, suponiendo que tenemos una maceta y a los pocos días nos la roban, hay que esperar a que se lave la mancha que la maceta antigua dejó para poder colocar otra encima y porsupuesto hay que tratarla como una maceta distinta. Una llanta de refacción nunca será tan buena como una normal.
Ahora, en base a la historia anterior, existe una explicación basada en la ley del equilibrio que explica a los adictos a la atención. En otra ocasión será cuando me avoque a explayar mis locas teorías en cuanto al funcionamiento del equilibrio mental/temporal. El punto es, como no han recibido suficiente atención de quienes realmente debieron recibirla, intentan arrancarla de otras personas, que pasan a ser los espectadores de un espectáculo que, para los que ya hemos estado produciendo, dirigiendo o protagonizando tales escenas en otros tiempos, es lastimero.
Cuando has tenido varicela o gripa, aprendes a identificarla en donde sea. De la misma manera, si has padecido una adicción podrás notar en la personalidad de otra persona las adicciones que poseen.
Sé que mi aversión a tales personas imanes de atención se debe a que pertenezco al polo opuesto, a los que no les gusta llamar la atención y generalmente preferimos vivir entre la zona que está fuera de foco en la fotografías multitudinales. Creo que vivimos de una manera más sencilla, modesta y honesta aquellos que preferimos accionar el obturador antes que salir en una fotografía.
Hace unos años, conocí a una chica similar, honestamente era muy guapa, es de hecho, por lo menos la última vez que la ví seguía igual de guapa. Durante años chicas como ellas han recibido un sin fin de apodos, pero creo que el más adecuado se apareció frente a mí como un anuncio espectacular. He decidido que a partir de hoy, a chicas como ella, y en general a personas como ellas, las denominaré Barbies. Por afuera, es decir el cascarón es atractivo, según los estándares de belleza de hoy en día, pero por dentro están más huecas que las grutas de la estrella. Creo que la comparación es injusta, ya que las grutas poseen una belleza interna incomparable. Reformulando, esas Barbies, están más huecos y huecas que una cámara de alto vacío.
Cuando era niño, me decían que no me desvelara para evitar las ojeras, porque se ven mal. ¿Han visto mis ojeras?, tal vez no las tendría si en cambio me hubieran dicho que tendría una inmensa cantidad de achaques por estrés, pero no importa, han valido la pena. ¿De qué sirve tener un cascarón hermoso si por dentro serán huevos podridos?. Al final, cuando el cascarón se desgaste, acabarán deseando vivir los tiempos en los que su cascarón satisfizo la moda temporal y las marcas de la edad les pesarán como cadenas de plomo el resto de sus días. En cambio, ancianos sabios que vivieron su juventud en busca de la belleza interior, a los 80 años tendrán tantas arrugas como les sea posible, pero cada arruga estará llena de alegría o sabiduría. No digo que toda la gente "guapa" sea barbie, pero la mayoría de la gente hueca acabará siendo anciana y fastidiosa, inútil para el resto de la humanidad.
Las barbies generalmente adoran ser el centro de atención, por eso su marcada tendencia a encajar con los estándares de belleza. Quieren mostrar al mundo lo perfectas que son e imponerse. Siendo todas y todos sus allegados víctimas de su personalidad imponente y acaban siendo forzados a ser alumnos de un modo de vida vacío y superficial.
¿Saben cuando buda tuvo un alumno?. Cuando el alumno quiso aprender.
Y es desde entonces que prefiero vivir en el silencio, entre las sombras, tras las ramas de los árboles y en completa paz, alejado del bullicio de las barbies.
Recuerdo los días enteros que pasé frente a la televisión disparando a simulantes, porque nadie quería jugar conmigo (forever alone). Y no es que no tuviera amigos, o que mi primo me detestara así porque sí, sino que a mi parecer era uno de los mejores pistoleros que hayan visto mis contrincantes. Así es, damas y caballeros, era adicto al Perfect Dark 64.
Dejando de lado mi ferviente adicción a la violencia virtual, ahora que vengo saliendo de remover la mugre de mi capa dérmica exterior, me avocaré a disertar sobre una de las que, a mi gusto, es una de las peores adicciones "legales".
Hace casi una semana, tuve la oportunidad de asistir a un evento social de índole incierta en la que se presenció el choque de distintos mundos, en dicha reunión, tuve la amargura de conocer a una persona que padece uno de los síndromes que más aborrezco, cuando se presenta en todo su esplendor. La adicción a la atención.
Según mis deducciones, los adictos a la atención presentan las siguientes características:
1.- Poseen una voz fuerte.
2.- No prestan atención.
3.- Inmediatamente viran el tema de conversación a algo relacionado con ellos.
4.- Generalmente disfrutan al mantener conversaciones monológicas con una gran cantidad de gente a la vez. (Tipo conferencia).
5.- Caen en la mentira o la exageración propia.
6.- Ningunean las historias con frases como "eso no es nada".
7.- Interrumpen pláticas ajenas.
El punto es, dada mi configuración actual, me es imposible permanecer en paz en la presencia de algunas de estas criaturas mitológicas. De hecho creo que ninguno de mis compinches de la rotonda se sentiría cómodo a un radio de 3m de una de estas personas.
Aplicando un poco la función tan(post), para irme por la tangente), creo que puedo rescatar un ejemplo bastante útil.
Hace unos años, un enclenque conocido mío, tuvo el infortunio de sufrir el fin de una relación de mucho tiempo. Como dice el dicho, un clavo saca otro clavo, sin embargo la realidad lo obligó a permanecer sin clavos (ni clavar) durante un tiempo, lo que le sirvió como etapa de desintoxicación. Esta supuesta desintoxicación sirvió para que se eliminara la necesidad de llenar el lugar que deja una persona con cualquier otra. Es decir, suponiendo que tenemos una maceta y a los pocos días nos la roban, hay que esperar a que se lave la mancha que la maceta antigua dejó para poder colocar otra encima y porsupuesto hay que tratarla como una maceta distinta. Una llanta de refacción nunca será tan buena como una normal.
Ahora, en base a la historia anterior, existe una explicación basada en la ley del equilibrio que explica a los adictos a la atención. En otra ocasión será cuando me avoque a explayar mis locas teorías en cuanto al funcionamiento del equilibrio mental/temporal. El punto es, como no han recibido suficiente atención de quienes realmente debieron recibirla, intentan arrancarla de otras personas, que pasan a ser los espectadores de un espectáculo que, para los que ya hemos estado produciendo, dirigiendo o protagonizando tales escenas en otros tiempos, es lastimero.
Cuando has tenido varicela o gripa, aprendes a identificarla en donde sea. De la misma manera, si has padecido una adicción podrás notar en la personalidad de otra persona las adicciones que poseen.
Sé que mi aversión a tales personas imanes de atención se debe a que pertenezco al polo opuesto, a los que no les gusta llamar la atención y generalmente preferimos vivir entre la zona que está fuera de foco en la fotografías multitudinales. Creo que vivimos de una manera más sencilla, modesta y honesta aquellos que preferimos accionar el obturador antes que salir en una fotografía.
Hace unos años, conocí a una chica similar, honestamente era muy guapa, es de hecho, por lo menos la última vez que la ví seguía igual de guapa. Durante años chicas como ellas han recibido un sin fin de apodos, pero creo que el más adecuado se apareció frente a mí como un anuncio espectacular. He decidido que a partir de hoy, a chicas como ella, y en general a personas como ellas, las denominaré Barbies. Por afuera, es decir el cascarón es atractivo, según los estándares de belleza de hoy en día, pero por dentro están más huecas que las grutas de la estrella. Creo que la comparación es injusta, ya que las grutas poseen una belleza interna incomparable. Reformulando, esas Barbies, están más huecos y huecas que una cámara de alto vacío.
Cuando era niño, me decían que no me desvelara para evitar las ojeras, porque se ven mal. ¿Han visto mis ojeras?, tal vez no las tendría si en cambio me hubieran dicho que tendría una inmensa cantidad de achaques por estrés, pero no importa, han valido la pena. ¿De qué sirve tener un cascarón hermoso si por dentro serán huevos podridos?. Al final, cuando el cascarón se desgaste, acabarán deseando vivir los tiempos en los que su cascarón satisfizo la moda temporal y las marcas de la edad les pesarán como cadenas de plomo el resto de sus días. En cambio, ancianos sabios que vivieron su juventud en busca de la belleza interior, a los 80 años tendrán tantas arrugas como les sea posible, pero cada arruga estará llena de alegría o sabiduría. No digo que toda la gente "guapa" sea barbie, pero la mayoría de la gente hueca acabará siendo anciana y fastidiosa, inútil para el resto de la humanidad.
Las barbies generalmente adoran ser el centro de atención, por eso su marcada tendencia a encajar con los estándares de belleza. Quieren mostrar al mundo lo perfectas que son e imponerse. Siendo todas y todos sus allegados víctimas de su personalidad imponente y acaban siendo forzados a ser alumnos de un modo de vida vacío y superficial.
¿Saben cuando buda tuvo un alumno?. Cuando el alumno quiso aprender.
Y es desde entonces que prefiero vivir en el silencio, entre las sombras, tras las ramas de los árboles y en completa paz, alejado del bullicio de las barbies.
***FIN DEL COMUNICADO***
Espero que no me demande MATTEL
Espero que no me demande MATTEL