Frase célebre aleatoria

lunes, abril 26, 2010

Hoy estaba viendo un gato...

Miré como dormía, luego como despertaba, jugaba, comía, bebía, salía a defecar y regresaba contento, como si nada. Nunca lo ví triste ni con ningún problema psicológico posible.

Esto me llevó a pensar, los humanos y los animales obviamente son diferentes, distintos en tantas formas que escribir sobre eso carecería de sentido práctico si no se ahonda en alguna de esas tantas formas.

Llegó a mí, este día tan extravagante, como lo ha sido toda la semana, la idea básica de porqué me causan tanta fascinación las criaturas "salvajes". En efecto, son diferentes a los humanos. La primer diferencia que resalta, más allá de las externas es la inteligencia, que muchos podrían argumentar como la diferencia sustancial entre la especie sapiens de las demás. Desgraciadamente la ciencia ha demostrado que la inteligencia se abre paso como una necesidad básica de supervivencia, no como un lujo o algo que se pueda presumir. Hay animales inteligentes, tal vez no tanto como una persona común, pero su inteligencia muchas veces está determinada por su dieta. Además de que la inteligencia animal es comparada estrictamente con la inteligencia humana, lo cual podría causar una discrepancia.

Como intentar comparar el sabor de una cebolla con el de una papa.

Así pues, lo que surgió de todo mi análisis momentáneo de la vida de las criaturas salvajes, lo que realmente divide a nuestros mundos, es la libertad.

La humanidad vaga por el mundo, pisando por todas partes cuanta tierra alcanzan a ver sus ojos. Y si no hay tierra, cruzan el agua en grandes embarcaciones, van de un lado a otro arrasando, dominando. Pero, contrario a lo que se pudiera pensar, son las criaturas "salvajes" las que en verdad gozan de la libertad.

Es como si el humano primigenio hubiese cambiado la libertad de ser y de sentir por la ciencia y sociedad que hoy día le domina. Vivimos atados a una sociedad que nos reprime, asesina los impulsos que naturalmente nos han sido instalados, el deseo de vivir no encuentra salida en una sociedad como la actual.

El impulso es reprimido, por las normas sociales que han sido impuestas para "conservar la elegancia". En muchas ocasiones, la misma gente que impone esas ridículas normas, es de las primeras el ultrajarlas de las maneras más horribles. A ese tipo de actitudes, según el diccionario, se le denomina hipocresía.

Pero gracias a esa hipocresía, también nace todo tipo de formalidades y estupideces que no tienen ningún sentido práctico, y que en lo absoluto no son necesarias para la supervivencia de la especie. El vulgo, muestra una serie de "modales" de "buena educación" para fomentar un trato decente entre las personas. Éstos modales, lo que hacen en la mayoría de los casos, es ocultar la intención o el verdadero rostro de aquellos que les utilizan, para conseguir lo que desean.

Admito que de vez en cuando un cordial saludo puede ayudar a llevar una relación interpersonal saludable, contemplando así un futuro acercamiento con la persona saludada. Pero hay situaciones que van más allá de un saludo que simplemente no entiendo.

A lo largo de mi corta existencia, he tratado una breve cantidad de personas, de lo más variado que se pueda encontrar, no colocando límites a mi análisis social. He entablado conversaciones más o menos honestas con las personas más sociables que pudieran encontrarse en la sociedad, teniendo la desgracia de encontrar tras la faceta de una agradable persona a "conciencias" totalmente pútridas y corruptas.

La sociedad actual se ha alejado de aquél proverbio persa "Pendar-e Nik, Goftar-e Nik, Kerdar-e Nik.", que tengo entendido que quiere decir "buenos pensamientos, buenas palabras, buenos actos". La sociedad de hoy sólo enseña los buenos actos y las buenas palabras. Ésto, porque enseñar a pensar es difícil, casi rayando en la imposibilidad. Hacen lo que parece correcto ante los demás, mas nunca ponen en práctica el efecto de la razón por sobre las decisiones. Hacen por que les ha sido dicho que hagan. Sonríen, porque es lo políticamente correcto. Tratan a las demás personas como les ha sido enseñado que se tienen que tratar. Sin embargo, cuando se enfrentan a alguien ligeramente diferente, le segregan, le apartan, le rechazan.

Son criaturas que han sido amaestradas a base de premios y castigos externos. Saluda y te saludarán, sonríe y te sonreirán, comparte y te compartirán. Cuando surge la ocasión en la que no saben que hacer, aparece algo nuevo, algo diferente a lo que les ha sido ilustrado por sus amos y maestros, es ahí donde no saben que hacer, y como buenos seres humanos, lo que no se entiende, se rechaza o se relega.

Pocos son los agraciados que ante una duda de cualquier índole, maquinan, buscan soluciones, interrogan. Tal vez agraciados, tal vez malditos, viven con un signo de interrogación en la bandera que portan con temor, porque lo que ven es que eso no es lo correcto, lo socialmente aceptado.

Desgraciadamente, esa actitud no es algo que se ponga de moda, porque como dije, no es aceptado. Y así, generación por generación, la base de una posible sociedad equilibrada, se pierde entre la chuzma dominante. La minoría que tiene la esperanza de una sociedad equitativa, se ve ferozmente reprimida por la gran mayoría de gente amaestrada, ilustrada en las artes del dominio y corrupción del intelecto y espíritu.

Bien ha mostrado la historia que más puede la masa que ha sido educada con miedo, represión y odio, que un gran cúmulo de gente que defiende sus creencias, su lugar de origen o sus características étnicas en general.

Así, el humano se ve atado en el impulso más grande que toda vida posee, el de multiplicarse. Se detiene ante la mirada de la sociedad, porque debe encontrar una pareja digna de admiración de los demás. Busca alguien preciado por la sociedad para sentirse preciado por la sociedad misma. Es como si una relación con una persona aceptada por la sociedad fuera un boleto directo para acceder también a esa maraña confusa.

Los modales de hoy, reprimen los impulsos de comer, impulsos de dormir, impulsos de reproducirse y de amar libremente. Se limitan los ideales "eres socialista o capitalista", no hay más. No da lugar a libres interpretaciones. Toda esta represión surge como el zombie de los deseos reprimidos de las antiguas generaciones. Así, con una cadena técnicamente interminable con la que la humanidad se ata, rodea su cuello, para agotarse lenta y dolorosamente.

Por eso envidio a los animales, ellos son libres, libres de consciencia, hacen lo que necesitan hacer, sin preguntarse si es bueno o es malo. En el mundo natural no hay bueno ni malo, sólo hay necesario e inecesario. Así se alcanza el equilibrio, porque el mundo natural es balanceado, equilibrado. Todo convive en perfecta armonía, el árbol que muere un día, otro día renace como cucaracha, como hongo, como planta, o puede que hasta como mineral; todo forma parte de un ciclo en el mundo natural, el mundo "verde" con el que sueñan algunos locos ecólogos que se aventuran a creer que este mundo tiene remedio aún. No los culpo, es parte del intelecto humano tener esperanza en que todo cambiará algún día.

El animal sigue los programas bioquímicos implantados en su sistema, cuando tiene hambre come, cuando tiene sueño duerme. Cuando tiene ganas, defeca en donde pueda, cuando está listo se reproduce y cuando le toca, se reintegra al ciclo.

Lo más antinatural que encuentro en este mundo son los humanos.

De ahí nace mi crisis de identidad, detesto a los humanos.


***FIN DEL COMUNICADO***

(PD: lamento la increible incoherencia que de pronto brota en este escrito en especial, digamos que no estaba en un estado normal de conciencia, un poco de humo nubló mi juicio)

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