Frase célebre aleatoria

lunes, diciembre 01, 2008

Me cagan los extraños olores que despide el cuerpo humano.

Si, y sé que no sere el único humanoide semidesarrollado que siente cierta repulsión hacia los extraños y a veces fétidos olores que despiden la mayoría de los cadáveres vivientes por los cuales me veo rodeado.


Y sé que entrar en este tema tan controversial causara aspavientos y hasta pequeños derrumbes en la estructura socioeconómica mundial, pero es necesario entablar este monólogo.


Empezaré hablando ante ustedes de lo indiferente que me es en algunos casos. Como TODOS alguna vez hemos (de haber, no de mariquitas) sido víctimas de un pedorreo (accidental o adrede) sabrán de lo que estoy hablando.




Este post me remonta a partes de la corteza terrestre cerebral en la cual se alojan tan desagradables experiencias y que había preferido sepultar.


Les contaré parte de mi terrible e inclemente historia.


Estaba yo, por aquello de las 6 pasado el meridiano, cuando decidí por voluntad propia y libre de amenazas regresar a mi HQ (headquarter, cuartel general, base de operaciones, choza pues). Estando en esta parte tan mística de mi reino, denominada colonia centro tomé una de las desiciones que marcarían mi vida para siempre, tomar un carruaje (taxi) colectivo hacia mi destino, pues cabría la posibilidad que el Autobot Autobús que se dirige inclementemente hacia el conocidísimo ARC (Almoloyita Royal Club) hubiese dejado de pasar.


Atravesé un sendero que aumentaba mis posibilidades de morir apachurrado para poder tomar el funesto taxi, ya que de lo contrario había una alta probabilidad de no hacer que el taxista (ser infame por cierto) se detuviese (y arrodillase) ante mi grandeza.




Ya habiendo cruzado ese sendero de llanto y lágrimas, seguí, sobre mis propios flagelos, por una calle atiborrada de ópticas y negocios de "artículos religiosos", que considero no son más que una máscara para ocultar las degeneraciones y perversiones que aguardan en sus respectivas trastiendas, pero eso, es otra historia.




Habiendo llegado casi al borde del mundo (porque es plano) me detuve para aguardar mi futuro transporte. Después de unos minutos (que hubieran hecho caducar frijoles de lata) se detuvo ante mí, el susodicho transporte. Cual caballero de la mesa icosaédrica, me trepé como Dios me dió a entender, sin saber que ahí comenzaría mi martirio.


El cacharro autopropulsado en el cual me veia incrustado, permaneció semivacío hasta que dió vuelta en esa construcción milenaria que tan sólo es reconocida bajo el mote de "donde se ponen los payasos". Fué entonces cuando todo comenzó.


A la lejanía, ví que un tentáculo se alzaba por sobre el nivel de la banqueta, era una ñora (no dare nombres, porque no los conozco, no por miedo a la represión; Cuba libre!!!); hecho esto, el ser mutagénico (que dominaba esa bestia que en lugar de rugir cual Charger, sólo gemía de dolor) que todos conocemos como taxista, se detuvo, la ya antes mencionada ruca se subió y ahi empezo realmente mi predicamento.

La Doña, abrió la compuerta, entró y con ella uno de los olores más fetidos y apestosos de este nuestro hermoso universo. El olor de un PEDO. Se me hizo extraño entonces y hasta la fecha no logro entender cómo es que la ñora pudo haber desalojado tremendo pedote sin siquiera simbrar los simientos del asiento en el cual nos veíamos obligados a colocar las nalgas.



Rogando al mismísimo Monesvol una ventilación adecuada o una muerte rápida, pasaron los primeros minutos de calvario. Más adelante se subieron otros pseudozombies que al igual que otras monstruosidades pudieron percatarse del nauseabundo olor, sin poder hacer nada más que gozar del momento.

Ya que ninguna de mis peticiones pudo ser atendida por tan poderosa divinidad, me ví obligado a soportar esa tortura (haciendo caras que harían llorar a una cebolla). Pensando en un futuro alentador, quise creer que el tráfico para ese entonces estaría enterado del predicamento que vivía su Señor y se moverían velozmente. Cual fue mi sorpresa, que para cuando llegamos a este sitio donde habitó el mítico pez pétreo (antecesor armamentístico del pez espada y el pez onda) llamado la "escama de mierda piedra", me ví envuelto en una maraña de autos y choferes desesperados por obtener un poco de oxígeno. Ahora que lo analizo, tal vez era el día mundial de la diarrea y todos querían llegar a sus respectivos tronos con urgencia, dicho día festivo explicaría el fétido olor producido por la parte posterior de la dama que nos acompañaba.



Mi martirio se extendió por media hora más, hasta que el carruaje tirado por burros llegó a mi tan elegante mansión/cueva/choza.


Hasta la fecha, sigo maldiciendo dicho evento ya que me ha costado más de 36 horas de servicio comunitario terapia psicotrópica.

Y ése es sólo un ejemplo.

A continuación ilustraré uno más, que hará entender a base de madrazos al lector, porqué me rehuso a tomar el camión de 6 a 6 1/2 en CRISA.

Érase una vez hace mucho tiempo ya, en un reino perdido en un lejano lugar (CRISA) un pseudozombie evolucionado (yo) que se disponía a tomar el autobús de regreso a casa, tras un arduo día de estudio, dolor, asesinato y tortugas torturas.


Estaba mirando las lombrices que se dedican a dar vueltas dentro de mi gadget de autodestrucción (relok) cuando noté que eran las 6:30, hora tan miserable.


Sin más remedio que arrojarme a las vías del tren con la esperanza de que me arrollase una máquina gigantezca o mínimo un coquito, tomé dicho autobús.


¿Y qué tiene de malo? dirán. Pues que a las 6 salen todas esas imitaciones de Umpa-lumpas de sus respectivas fábricas, y dado que no usan desodorantes eficientes (muchos siguen usando el truco del limonazo en el sobaco) el camión desprendía un hedor corrosivo, como de espalda de mono. ¿y porqué espalda?, porque está entre las axilas y el culo del mono (si se encuentra torcido). No estoy calumniando a todos esos obreros que mantienen a flote mi gran riqueza a este país, pero no es grato compartir un autoús repleto de gente cuyo olor es tan sudoroso. Y esto, porque al menos yo, tomo las medidas necesarias para no emitir tan nauseabundo almizcle en cantidades perceptibles.


Esa historia quedará libre de detalles debido a las dimensiones bíblicas que empieza a tomar este post.


Ahora que el cuerpo humano, emite unos olores poco menos tóxicos y nausabundos, incluso algunos de ellos inexplicables, como el aroma a maruchan en las manos (si, maruchan, no cup needles o algna otra sopa), o el extraño odor a quemado que a veces inexplicablemente exhuda mi tersa piel.


Y así, terminando este post como empezó (sin conclusiones) me despido.



***FIN DEL COMUNICADO***

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